Hay días buenos, armónicos y soleados, en que todo parece ligero y móvil, días en que las cosas son interesantes, y en que las sensaciones son agradables.
Pero también hay días malos, cuando las voces se vuelven molestas, y los malentendidos abundan, y el cielo se nubla sin permitir que las estrellas presuman su brillo.
¿Que pasa cuando un día bueno comienza a transformarse en malo?, ¿Cómo deshacerse de las molestias y la rabia? Pues muy fácil, basta dar un paseo solo. ¿Lo habéis intentado alguna vez?, solo tenéis que decir “vuelvo dentro de un momento, voy a tomar un poco el aire”, y así comienza el camino, primero de ida, y luego de vuelta.
Al regresar, las ideas serán más claras y el roce del viento relajará a los músculos de la cara y secara las lágrimas.
Siendo el paseo un remedio tan eficaz al stress y la indigestión, ¿no debería de pasarse la vida solo caminando?, no me refiero al sentido metafórico de “la vida es una eterna caminata”.
Lo que pasa, es que si vivimos en un eterno remedio, le encontraremos sus defectos, caminar traería cansancio y llagas en los pies. Un movimiento constante, aún si hacer esfuerzo físico, nos llenaría de nostalgia al recorrer caminos distintos y añorar los viejos, o en otro caso, caminar por los mismos caminos se volvería tedioso y aburrido. Por eso la caminata funciona solo cuando se le necesita, por eso la lluvia es agradable cuando se está acalorado, y el alimento es deseado cuando se tiene hambre.
Esto solo deja una conclusión, y es que para disfrutar de algo, se debe pasar por adversidades. O sea, que las personas más infelices deben ser quienes lo tienen todo en la vida, y los miserables tienen un potencial enorme para una gran felicidad. Ahora dime Bill Gates, ¿no te mueres de envidia?.