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6 diciembre 2011 2 06 /12 /diciembre /2011 16:05

...a punto de caer la última hoja. La última esperanza de sobrevivir a la pérdida, el último recuerdo de tiempos mejores. Un mínimo soplo de viento, una pequeña vibración, pueden hacerla desprenderse, como mostrando la fragilidad con la que perduran los buenos momentos, como mostrando la facilidad con la que éstos pueden quebrarse.

 

4estaciones-copia-1.jpg

 

Y luego, un largo período de letargo. Siempre demasiado largo, pues aunque en realidad no lo sea, siempre lo aparenta. Triste, frío, sombrío, intentando resistir todos los golpes, resguardando en su interior la vida, la esperanza.

 

Deseando que llegue un día en el que volver a renacer, aguanta, resiste.

 

Cierto es que envidia a aquellos cuyas hojas nunca caen. No menos cierto es que si logra superar su letargo, nuevas hojas volverán a crecer repletas de ilusiones, grandes esperanzas volverán a florecer.

 

 Todo será como en una nueva vida, aunque siempre permanezca atado al mismo lugar. Puede que con el tiempo vuelva a caer otra última hoja. Pero entonces será consciente de que crecerán de nuevo si resiste los malos momentos, y sabrá que de cada ilusión muerta puede llegar a surgir una esperanza viva...

 

 

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27 noviembre 2011 7 27 /11 /noviembre /2011 15:31

Hace fresco. Se nota que el invierno acaba de llegar, avisando de su presencia. El viento lo acompaña, cumpliendo un pacto firmado tiempo atrás, cuando todo era distinto. Cuando las palabras pronunciadas se cumplían, cuando los sueños se vivían. Las noches son claras. Las mañanas frías. Los atardeceres, hermosos, con una brisa que se lleva lo poco que queda del día, apurando los últimos segundos de luz. El cielo rojizo arrastra el azul cobaltodespidiéndolo hasta un nuevo día, dando la bienvenida al negro infinito, salpicado por miles de estrellas ya extinguidas, que aún así siguen brillando casi perpetuas, como testigos de tiempos remotos, o de deseos futuros. Las sombras, jugando a ocultarse cuando el sol está en lo más alto, se muestran ahora cada vez más, retándose a cubrirlo todo.

 

 

La vida se marcha a descansar, a la vez que despierta en cada rincón. El último rayo de sol se despide, en un instante mágico, y parece que todo se ralentiza, y la calma todo lo puede; Una tranquilidad salpicada de infinitas melodías se hace presente. Y así, poco a poco, llega la noche...

cielo.jpgDicen que cuando algo o alguien se va, algo o alguien viene. Que un atardecer dará paso a un amanecer.
Cuentan que no existe el miedo a perder, sino el temor a ganar. Que la vida es un camino de lágrimas salpicado de sonrisas. Pero cada día, un momento mágico e irrepetible sucede a nuestro alrededor, y queda grabado en los corazones de quienes saben apreciarlo. Pues, al final, la vida no se cuenta en años, meses o días... la verdadera vida, como alguien dijo, es la unión de los pequeños instantes de felicidad. Esos que tanto anhelamos cuando no los tenemos, esos que no vemos cuando formamos parte de ellos, como si el último rayo de un sol poniente nos cegara, como si el primer rayo de un sol naciente los ocultara.

Hace frío en la oscuridad de la noche. El raso del cielo deja caer, entre la lluvia de estrellas, innumerables sueños de quienes, a estas horas, están ya dormidos. Los rayos de luna los acompañan, ayudándoles a descender. Algunos los encontrarán a la mañana siguiente, una vez despiertos, y por suerte podrán vivirlos. Otros mirarán el cielo en una noche estrellada, y verán alejarse los suyos, lentamente, hacia lugares desconocidos.

Alzo la cabeza. Veo marchar el último de ellos, nacido poco tiempo atrás. Uno más que se va, como todos, sin despedirse. Supongo que es tiempo, de nuevo, de dejarse llevar y dejar que la cabeza, o el corazón, los fabrique. Prefiero perder uno y mil sueños, a dejar de soñar.

Más allá del horizonte, al este, una tenue luz apenas visible intenta asomar. Ha sido una noche más en vela, pasada entre pensamientos. Parece que está naciendo un nuevo día, para soñar, dormido, o despierto...

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8 agosto 2011 1 08 /08 /agosto /2011 00:59

Un día más, la jornada laboral de Lucía tocaba a su fin. Dejó el delantal en su taquilla y, en apenas minutos, dejó semidesnudo su pálido torso para dar paso al vestido largo que solía usar a diario; algo viejo, pero bonito, de color gris, y un tanto escotado. Sintió cierta repulsión al embutirse en él; notando el atasco de la tela al rozar con el aceite de fritanga que su piel almacenaba tras diez horas metida en aquella cocina. Liberó una a una las seis horquillas que recogían su pelo, dejando caer tantos mechones marchitos de un pelo rubio que vivió épocas mejores, y sin perder más tiempo cogió el sobre con el sueldo que por fin le habían pagado, y salió del restaurante por la puerta de atrás.

Su nombre era Luz. O al menos eso le decía su madre cuando era una niña rellenita de ojos verdes y blanca tez adornada por  sus casi siempre sonrojadas mejillas. Ella fue la luz de la casa en una familia que no tuvo más hijos, la hija única de un orgulloso padre que en dark_alley_big.jpgsilencio sufría cinco años de viudedad y el castigo de ver en ella la fotografía de la joven mujer que no cumplió su promesa de compañía eterna. Por ello necesitaba aquel trabajo de mierda, que la condenaba a ser luz en la oscuridad de la noche, a pesar de sentir un pánico atroz hacia la oscuridad. La misma oscuridad que ocupaba aquel callejón de cuatrocientas cincuenta y ocho baldosas y dos calles sin salida a cada lado. Así, cuando salía por aquella oscura y sucia calle, sólo miraba al final de la misma, donde las luces resguardaban la Avenida Principal del reino de las sombras. Cogía aire, miraba al frente, y ocupaba su mente contando una a una las filas de baldosas; simuladas sobre el cemento, hasta llegar a la salida. Una simple operación aritmética que la evadía de aquel sucio pasillo donde los más fiesteros meaban cada sábado, haciendo que resultase nauseabundo pasar por allí, de repletos cubos de basura sin recoger, de juegos de sombras que atemorizaban en ocasiones, de paredes negras y lisas y de los malos olores que salían de aquellas alcantarillas.

Su corazón parecía aquella madrugada latir con menos fuerza. Apenas lo sentía golpear en su pecho. Intentaba no pensar en nada. Solo contar. Cincuenta seis. Cincuenta siete. Cincuenta y ocho. Algo pasa. Sangrado_de_ojos.jpgLos órganos son dirigidos por el cuerpo, pero tienen alma propia. Y su corazón había puesto en alerta al resto. Era el miedo. Ese miedo inodoro que se huele, esa sensación de alerta que despierta el más primario de los instintos. Setenta y siete, setenta y ocho, Setenta y nueve. Sus ojos dejaron de mirar al suelo para enfrentar la salida del agujero. Las paredes se iban estrechando cada vez más. El olor de las alcantarillas se hacía más fuerte y parecía no desaparecer. Su paso se aceleraba. No así su pulso. Dejó de contar para sí. Ciento treinta cientotreinta y uno cientotreinta y dos cientotreinta y tres. Su mano derecha se aferró a la cruz de oro que protegía su pecho, ese amuleto que, como tal, le había regalado con todo cariño su madre antes de morir.

Sus ojos iban perdiendo el verde mar del iris en favor de sus pupilas, dilatadas al máximo. Ya quedaba menos para salir. Incluso podía distinguir los destellos delas luces de los coches que cruzaban la Avenida y dejaban verse por fracciones de segundo desde el callejón. Doscientas veintiuno... doscientas veintidós... doscientas veintitrés...

Supuestamente había cruzado ya el callejón. Porque no podía haber sido de otra manera. Porque de otro modo lo habría visto. Porque así no habría sentido aquel brazo que rodeaba su cuello, ni haberse sentido ahogada por aquel brazo que aprisionó su garganta con violencia. Sintió su corazón cambiar repentinamente de marcha, al tiempo que sus mejillas ardían y notaba la lucha del torrente sanguineo por atravesar aquella hoja metálica que había aprisionado su yugular.

Ahora entendía lo que era un presentimiento. Ahora que no podía analizarlo. Ahora que su cuerpo sólo guardaba fuerzas para moverse violentamente y gritar, aunque fuere en vano. Ninguna ventana daba a aquellos callejones. Pero aún así gritaba. Porque no podía hacer otra cosa. Aguantar el fuerte golpe de su cuerpo contra aquel cubo de basura, aquella extremidad virulenta que con toda la fuerza, y pese a su resistencia, abría sus piernas, las sensaciones crueles que producía su la ropa interior al ser arrancada y la humillación de aquel miembro penetrando en su ser sin poder hacer otra cosa que intentar seguir gritando.

Aquel suplicio acabó como empezó. Su sangre y el semen de su violador, resbalando por su entrepierna, un golpe seco y una ligera sensación de calor en el cuello. Y el mundo se paró. No pudo verlo. Estaba volando. Sus talones giraron hacia atrás. No podía adivinar si caía o fue empujada. El caso es que el mundo parecía moverse, y no ella.

Otro golpe seco. Cayó de espaldas. Las lágrimas que inundaban sus ojos rodaron hacia las orejas. Ya no sentía calor en las mejillas. Su cuello estaba inundado en sangre. Sentía el cálido afluente sanguíneo correr por todo su cuello. Apenas tenía fuerzas. Había sido degollada. Su vista parecía nublarse. Nunca se había dado cuenta que a pesar de los edificios tan altos podía verse la luna; tan pálida como ella. Alzó la mano para intentar cogerla. Su mano ensangrentada, de espeso contraste con la blancura de su piel.

Cara a cara. Lucía, y la única luz de aquella noche que en venganza decidió llevársela. La última luz que sus ojos verían. Lo último que exteriorizó fueron dos lágrimas que recorrieron en medio segundo su cara hasta confundirse con el charco de sangre que la acunaba. Doscientas cincuenta y dos…

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26 julio 2011 2 26 /07 /julio /2011 14:07

Los atardeceres son preciosos, en especial los que se observan en la playa, me encanta ver como el sol, agonizante y cansado, se hunde en las sombras para dejar paso a su nocturna amante, la Luna. Es el contexto perfecto para dos enamorados, el contexto perfecto para relajarse en soledad; es un bello fondo para un cuadro, un buen recurso para una historia, un genial paisaje para perderse en el silencio.

 

Los atardeceres, ya esté triste o alegre, ya esté perdido o en mitad del camino, llegan a ese claro despejado de mi interior, y despiertan mis sentimientos, sean cuales sean éstos. playa.jpg

Un rojo anaranjado tiñe las nubes bajas y el horizonte se abre, brillando en una extraña luz. Una gama de colores cubre el cielo, el azul va oscureciéndose, y todos los colores de la luz van apareciendo, rondando casi al nivel del suelo. En los atardeceres también el tiempo parece detener su incesante corriente, breve pero notablemente.

En resumen, los atardeceres son mágicos.

 

No hace mucho, en cierta noche, en una de mis escapadas a la playa en uno de esos atardeceres idílicos ya comentados, yo paseaba por la arena a la orilla del mar. Las primeras y madrugadoras estrellas se abrían paso en el cielo y el sonido del mar, lento y pausado, me resultaba rítmicamente relajante.

 

Mis ojos, aquella vez, estaban llenos de las lágrimas. El viento se entretenía con mi pelo. Me gustan los atardeceres, al igual que me gusta la textura de la arena en mis pies, por eso voy, porque ahí noto la soledad y la compañía más que en ningún sitio. Noto que mis problemas son llevados por la brisa, y que mi llanto se ahoga bajo el abrumador oleaje.

 

Siento que mi alma vuela por breves instantes junto a las altivas gaviotas, y que ve mil mundos nuevos por encima de las nubes. Pronto vuelve a caer, como gaviota sin alas, a merced de la realidad. Camino lentamente, aparentemente sin rumbo, hasta llegar a las rocas, tumba de mis sueños y colchón de mi espíritu.

 

Escojo, como siempre, una plana y alta, la que más se adentre en el mar. Cuando llego allí, dejo reposar mi mente, no vuelvo a pensar en mis problemas. Tan sólo dejo correr mis lágrimas por las mejillas; tan solo, como últimamente me encuentro cuando estoy lejos de los míos, y lejos de una persona que amo y que físicamente, tengo cerca a diario.

 

Aunque camino cada día entre una multitud de personas, esas personas no me comprenden ni me escuchan; no me prestan atención ni me dejan liberarme, por eso prefiero el mar, fiel y silencioso confidente de todos mis secretos.

 

Se ciernen ya las sombras de la noche y el horizonte apenas se distingue; mar y cielo se funden en un mismo tono, y la Luna es reflejada por las olas. Es hora de volver. Me subo en mi coche, y emprendo el camino de vuelta a casa.

 

En mis pensamientos, la chica que cada noche acapara mis sueños, la única estrella que brilla en mi firmamento particular, a quien siento ganas de decirle “te quiero” a cada segundo de mi vida, pero por motivos ajenos a mi voluntad me es imposible, aún a sabiendas de que ella siente lo mismo…y también le es imposible. Me pierdo navegando en el mar de mis pensamientos, y así, sin haber llegado a hacer nada, termina el día para mí.

 

Aunque por separado, ambos compartimos ese retiro espiritual, en esa hermosa playa. Ahora, mi único deseo es que, mientras ella mire al rojo sol, sienta que el viento le transporta un breve “te quiero”, y sienta que en algún lugar de esa playa, cerca de las olas, sobre la arena, alguien ha llorado por ella.

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22 julio 2011 5 22 /07 /julio /2011 22:08

Aquella noche decidió ir a dar un paseo, un paseo por aquella playa en la que se habían jurado amor eterno. Esa noche estaba sola allí y comenzó a andar, al poco tiempo sintió que una suave mano se posaba sobre su hombro y una dulce voz comenzaba a susurrarle.

 

Se dio la vuelta y allí estaba, se besaron y amaron como nunca lo habían hecho, de la unión del calor de sus cuerpos y del calor con que la arena les acogía se desprendía un halo de tenue luz que asemejaba el alba, era la luz del renacer de un viejo amor cuyo fuego nunca se había extinguido a pesar de la distancia.

 

Las dunas formadas por la arena les servían de escudo hacia las miradas de aquellos que no sentían el verdadero amor. Por la mañana ella despertó temiendo que todo hubiera sido un sueño, no se atrevía a abrir los ojos para no descubrir la verdad, sentía el sol en la cara, eso era buena señal, también sentía la arena entre sus manos, al final tuvo el valor suficiente para abrir los ojos y descubrir que lo que tanto temía no era cierto, allí estaba su gran amor. 285311_220240534684042_100415313333232_591332_1694636_n.jpg

Pero, tras ese sueño hecho realidad llegaba el más duro de los golpes para los dos, ella debía volver a su casa con su marido, un hombre al que no amaba, mientras él estaría esperándola ansioso hasta la llegada de la noche, cuando se volverían a ver y volverían a amarse al abrigo de las dunas. Llegó la noche y ella apareció, él la noto nerviosa pero no le dio importancia, el también lo estaba, a pesar de que ya no eran unos chiquillos en su primer amor.

 

Volvieron a amarse con la misma intensidad que la noche anterior, pero esta vez ella no se quedó toda la noche, para evitar así las sospechas del celoso de su marido. Estuvieron repitiendo esto durante varias semanas, hasta que una noche ella no apareció. Aunque ella le había dicho que por precaución nunca llamase a su móvil, él lo hizo, un hombre le cogió el teléfono y él, de inmediato, colgó.

 

Volvió a llamar pasados unos minutos, no podía soportar la idea de no saber nada de ella durante una noche. Esta vez fue una mujer la que le cogió el teléfono, no reconoció su voz y preguntó por ella.

 

Aquella mujer que había cogido el teléfono era policía, le dijo que esa mañana habían encontrado a ella muerta en un campo cerca de su casa, le informo de que el autor del crimen había sido el marido, el cual había confesado el crimen al no soportar la presión del interrogatorio. El motivo habían sido los celos, pues la noche anterior había seguido a su esposa hasta la playa donde había amado a otro hombre.

 

Él no pudo soportar la idea de pasar el resto de su vida sin ella y se murió, pero no fue un suicidio ni un ataque al corazón, murió por amor, por su amor hacia ella, ya que sabía que se encontrarían después de la muerte pues habían hecho un juramento y un juramento no lo puede romper una tercera persona.

 

Esa misma noche aparecieron dos estrellas en el cielo, una al lado de la otra...

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21 julio 2011 4 21 /07 /julio /2011 14:35

Esta es una historia muy triste, cuando el amor muere para siempre en la vida, es una pérdida irremediable.

La historia comienza de esta manera: El Amor era felíz en donde estaba, en el corazón pero más felíz se encontró cuando pudo compartir su don y pudo vivir felizmente en ambos corazones.

Pero el Amor no siempre es bien visto, el Odio que es el peor sentimiento quiso destruir esa armonía que existía. Lo intentó muchas veces pero nunca pudo, por lo cual pidió ayuda a todos los malos sentimientos, pero ninguno era efectivo.corazon-roto_-1-.jpg

El Odio ya cansado de intentar destruir el Amor, decidió abandonar su asedio pero un sentimiento no muy conocido le ofreció ayuda, el Odio aceptó su ayuda aunque no sabía quién era. Solo que le dijo que sería tan rápido como él quería, que tardaría quizá un mes, el Odio aceptó.

Pasado un mes el Odio celebraba la derrota del Amor, pero siempre se preguntó quién era ese sentimiento, cuando el Odio le preguntó quién era, quedó asombrado. El Odio deseoso de conocer sus tácticas quedó sorprendido, pues jamás había escuchado algo tan maligno.

¿Cuál era su táctica? Alejar el Amor del corazón, dejándolo fuera de él y obligándolo a morir para siempre. Pero el Amor nunca muere, solo duerme.

¿Cuál es su nombre de este sentimiento? La Rutina. Nunca dejes que algo que amabas se convierta en algo muy común, como la Rutina.

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12 marzo 2011 6 12 /03 /marzo /2011 18:20

La vida es como un gran puzzle, al nacer lo comenzamos, en un principio es fácil, porque son pocas piezas las que tenemos que encajar y aunque estamos empezando a descubrirlo todo, las únicas preocupaciones a las que tenemos que hacer frente, son las de comer y dormir, ya que de lo demás ya se encargan esas dos personas grandes que andan siempre pululando nuestro alrededor y que son importantísimas para ir encajando piezas.


Nuestros padres son los que nos ayudan a ir colocando las primeras y quizás las más importantes,porque nos dan unas bases para empezar todo el entramado.


Todo es normal, tanto por nuestra parte como por la de ellos.


puzzle-hands.jpgNosotros empezamos ahora, ellos ya están de vuelta de todo. Nosotros descubrimos nuevas cosas, ellos ya van por la síntesis. Nosotros vemos tan solo el momento presente, ellos ven una vida entera.
Nosotros nos creemos capaces de todo, ellos se creen indispensables hasta para la menor cosa. Nosotros vemos pasar el tiempo quizás demasiado de prisa, a ellos les cuesta creer que tú no eres el “mocoso” de siempre. Nosotros somos una libertad que se reivindica, ellos, una autoridad que se siente algo amenazada. Nosotros nos sentimos revolucionarios por naturaleza y quizás por ignorancia; ellos son conservadores por experiencia.


Y lo mejor del caso es que será siempre así y perdurará en el tiempo. Porque si hay alguna cosa de lo que no cabe duda es de esto, los mismos reproches que hacemos a nuestros padres, ellos se los hicieron a su vez a nuestros abuelos,

y nuestros hijos los dirigirán a nosotros algún día, quizá aún con más violencia.
Es una ley de la humanidad.

Lo malo es que los hombres tendemos a tener la memoria corta.
Ellos en su experiencia de la vida han ido aprendiendo mucho, sin embargo somos nosotros, los que tenemos que hacer nuestra vida, cada cual la suya.

 

Y cada persona, cada situación y cada momento, son nuevas piezas que ir encajando en nuestro gran puzzle.


En muchas ocasiones dudamos de donde colocar la pieza que en ese momento cae en nuestras manos y nos sentimos confundidos, porque no sabemos si va al lado de nuestro corazón o tan solo está allí para ayudarnos a recolocar otras que andan sueltas y cuyo sitio no encontramos.


Igual que cuando abrimos la caja, día a día hay cosas nuevas que añadir,
algunas son poco importantes o quizás a primera vista pueda parecerlo, pero al igual que son muchas las piezas que componen un cielo azul, todas tienen un valor incalculable, porque si falta tan solo una, las demás no tienen sentido.


El ser humano es soñador por naturaleza, lo que hace que muchas veces pierda el norte real de las cosas, tenemos tantas ilusiones, hacemos tantos planes en base a lo que hemos soñado, que cuando estos fallan o no se cumplen tal y como habíamos esperado, el abatimiento nos inunda, son esos momentos en que nos encontramos con un montón de piezas y no sabemos qué hacer con ellas.


Y es que no siempre depende de nosotros mismos, el conseguir que estos sueños se realicen, es cuando se mezclan las piezas de otro puzzle para formar uno más grande.


Entonces hay un tiempo de desbarajuste total, diferentes paisajes, diferentes momentos que cada cual ha vivido por su lado y que tan solo con mucha paciencia, una gran dosis de comprensión y mucha fuerza de voluntad se pueden ir superando.


Son esas vivencias que a lo largo de todo este tiempo hemos tenido las que nos forman como personas, en las que nuestra personalidad se basa, para que a la hora de reaccionar ante estos momentos de desconcierto, tomemos las decisiones más oportunas.

 

Y aunque no siempre son las mejores, ni las que nos hacen más felices, tenemos que colocar esas piezas también, encajarlas como mejor podamos dentro de nuestra mente y lo que es más importante dentro de nuestro corazón.


En muchas ocasiones complicamos las cosas más sencillas, y eso que los hombres tenemos el don de la palabra … y cuantas veces desperdiciamos esta habilidad y callamos en los momentos en que una sola palabra haría que encajaran cien piezas de golpe.


Y ¿por qué? Por nuestros miedos, tantos miedos que nos detienen, tantos miedos que nos coartan.


Que pensaran los demás de mí si en este momento encajo esta pieza en mi vida, que dirán de mí si no hago, precisamente, lo que ellos esperan que haga.


Y hasta ese extremo llegamos a condicionar nuestras vidas, que en la mayoría de casos, nos perdemos lo mejor que nos tiene guardado.
Las sorpresas que nos depara el destino y que hacen que merezca la pena seguir sin rendirse.


A veces esos trozos que forman nuestro puzzle cambian de valor y lo que hasta hace un tiempo era pieza base en nuestra vida, en donde giraba todo a su alrededor, por un motivo u otro pasa con el tiempo a un segundo plano.


Podrían ser los amigos que en nuestro camino encontramos y que en su momento son tan importantes y que el tiempo o la distancia hacen que se olviden, aunque no del todo, porque cada una de las personas que a lo largo de nuestra vida conocemos hace que se enriquezca ésta.


Inevitablemente algunas dejan un rastro de dolor a su paso y una marca de la herida que causo, que como una pequeña cicatriz, en un principio duele a rabiar, para acabar dejando tan solo una señal que con el tiempo, casi ni la vemos o que solo nos acordamos de ella en contadas ocasiones.


Son surcos de unión entre pedazo y pedazo, necesarios para que todo encaje,

porque al igual que no sabríamos distinguir entre penas y alegrías, sino hubiera de las dos cosas para poder comparar, tampoco sabríamos cuando algo es bueno, si no tuviésemos algo de malo.


Disfrutamos el doble de un día de sol si el anterior fue triste y lluvioso.
Ya sé que son tópicos, pero cuantas veces en situaciones que nos creemos al límite de nuestras fuerzas, cuando no encontramos la salida, cuando parece que todo nuestro puzzle se nos cae encima, porque alguien ha dado un puñetazo encima de la mesa y nos ha descolocado todo.

Olvidamos que no es así, que de una forma u otra se sale, más o menos dañado, pero mientras se tiene un aliento y un latir en el corazón, el paisaje de nuestra vida seguirá pintándose pieza a pieza.

 

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5 enero 2011 3 05 /01 /enero /2011 18:24

fig-humana-mujer-150-copia-1.jpgLa habitación, tenue, estaba ocupada por dos cuerpos, un piano, un pincel, un lienzo, el arte rebosante por cada una de las cuatro esquinas. Una cabellera pelirroja acompañada de un cuerpo frágil marcaba una silueta oscura a contraluz con el ventanal que daba paso al exterior del jardín de los sueños.

 

La mano izquierda sujetaba un pincel, los ojos estaban cerrados, y los oídos se dejaban acariciar por un sonido que provenía desde muy cerca. Unas manos largas acariciaban las teclas, los hombros dejaron de estar tensos, y las notas se dejaban acariciar y mecer por el arrullo del tacto de aquéllos dedos finos.

 

El pianista se mordía el labio inferior sin quererlo, y dejaba de atisbar la sombra de la ventana. El pincel hacía dos segundos que cobró vida propia, recorría el lienzo puro, lo llenaba de trazos con sentimientos característicos. El pincel danzaba al compás de los dedos del pianista, el pincel se dejaba arrastrar como si estuviese sometido al influjo de algún hechizo permanente. La música cesó.

 

El pincel cayo, tiñendo el suelo con gotas de intenso color a sueños rotos. Los dedos finos estaban entrelazando la cabellera pelirroja. La mano izquierda estaba alrededor del labio anteriormente mordido, pero desapareció y buscó su sitio, que no fue otro que las teclas del piano que ahora la sujetaba. El pincel seguía en el suelo. La mano izquierda estaba manchada con ilusiones marchitas. Los dedos finos estaban envueltos en confusiones extremas. El pianista se acercó a la ventana. La pintora se acercó al piano.

 

Sin quererlo, su mano izquierda estaba posada en el piano y se deslizaba sin pausa por cada tecla mientras pensaba en el pincel que ahora estaba rodeado por los delgados dedos de la figura a la cual la ventana hacía sombra. No sonaron violines, no hubo mariposas en ningún estómago. Se incorporó, la cabellera pelirroja parecía haber adquirido vida propia, y un viento inexistente la agitaba lentamente, sin miedo a brillar intensamente, sin miedo a ser acariciada por unos dedos largos, finos, de pianista. La mano tenía el pincel en su poder, esta vez la derecha con esos dedos tan largos. Pincel en el suelo, de nuevo.

 

Teclas aporreadas frenéticamente. Pasos sin dirección, pasos acelerados con rumbo fijo y miedo a alcanzarlo. Unas manos sobre la melena pelirroja, un cosquilleo en el cuello, una caricia, o quizá dos. Gemidos. Dos pares de ojos cerrados. Un labio inferior mordido, suavemente, una lágrima a punto de caer. Distancia. Una pequeña distancia, parece tan grande. La melena imagesCAH83J3L-copia-1.jpgpelirroja giró. Se encontró con unos ojos cerrados y unos manos vacías. Aprisionó las muñecas de estas manos con las suyas, piel de terciopelo fino.

 

Deslizó las manos, por el vientre. Subió. Seguía teniendo el control de los dedos, esos que cada vez le parecían más largos. Deslizó las yemas sobre las costillas, y trepó ligeramente hasta llegar hasta los pechos, pequeños. Soltó las manos. Los dedos siguieron allí, tocando una melodía desenfrenada, que acompañaba la voz de la pelirroja melena que hacía escasos segundos marcaba el destino que seguirían los dedos. Una tela en el suelo.

 

Una tela fina, pero que parecía muy gruesa mientras tapaba los pechos que ahora estaban desnudos. La mano izquierda enredándose en el pelo negro, mientras los dedos finos recorrían el lienzo aún sin pintar. Las manos, ahora sueltas, seguían ascendiendo hasta la cima, rozando ese espacio entre los pechos y el cuello, acariciando cada milímentro, sientiéndose prisionero del deseo que sentía en el momento.

 

La pintora seguía acompañando a la melodía, susurros bajos, gemidos intensos. A pasión ilimitada olía su pelo negro. Sus dedos se empeñaban en demostrar que no mentía. La mano izquierda de ella se escondió tras su camisa. La desgarró.

 

El aliento se posaba en aquel cuello fino, y dejó de estar sólo. El roce de unos labios entreabiertos sorprendió a la sensibilidad, la hizo alcanzar un límite nuevo. Labios buscándose en un acto recíproco, en la oscuridad, a tientas. Dos respiraciones compenetradas, agitadas, intensas. Dos pares de manos situando el cuerpo contrario, adivinando.

 

Unos labios se alejaron de los otros...

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9 octubre 2010 6 09 /10 /octubre /2010 12:19

El pasado que añoramos tiene alcances devastadores si intentamos vivir encerrados en él, cuando no se logra despertar ante la realidad de los acontecimientos.

El presente viene cargado de situaciones que halagadoras o no están sujetas al cambio por el paso del tiempo. El presente es el pasado del mañana y también el mañana del ayer. 

 

Dentro de una relación de pareja, nada sucede de forma tan súbita como nos imaginamos, sino que más bien corresponde al hecho de que sin importar lo poco o lo mucho que nos agrade, todo está sujeto al cambio que genera el transcurrir del tiempo en beneficio o en contra.

 

A lo que me refiero es que los actos del presente generan los frutos que recogeremos al corto plazo. Y lo importante que es poder atender cada aspecto de nuestra vida imprimiendo la importancia adecuada a cada evento…

 

Los problemas surgen cuando en nuestro interior añoramos una etapa en la cual recibimos tantos frutos, tantas cosas buenas y alegrías como nunca imaginamos, es decir las cosas eran soñadas, cada momento nos traía inmensa alegría y es ahí que dejamos de sembrar los buenos instantes del mañana… Allí está la clave, cuando amamos esperamos que el tiempo se congele y que todo se vuelva un espacio de tiempo sin cambios. Eso no reloj.jpgel presente puede ser aún mejor. Y si se trata de que tomamos en el pasado una decisión tan equivocada que nos condiciona el presente, no te preocupes… nada es imposible y no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo aguante!

 

Vivir del pasado es como mantener las manos ocupadas e incapaces de sostener las riendas de nuestra vida diaria. Vivir del pasado nos invalida para hacer frente a los retos que se presentan, y por lo tanto al estar distraídos en recuerdos y añoranzas por lo que fue y tal vez no volverá.

 

No vivamos nuestro presente evocando un pasado ya pasado, quietos mirando hacia atrás mientras el presente es el terreno fértil que espera los cuidados de nuestras acciones cotidianas. El pasado es pasado y aunque haya creado una base firme de lo que nos sucede en el presente, debe estar en nuestra mente como una referencia necesaria propia de la experiencia… la experiencia que nos brinda el conocimiento de quiénes somos y hacia dónde vamos!

 

Está demostrado que no se puede vivir de los recuerdos, no solo de los que tuvieramos, tampoco se puede vivir con imágenes caleidoscópicas ya que entorpecen nuestra visión de la realidad concreta. Es mejor caminar avanzando a diario con paciencia, ganas de seguir adelante e ilusión. Seamos firmes en este propósito para construir algo mejor de lo que fue el pasado.

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28 septiembre 2010 2 28 /09 /septiembre /2010 15:15

Soñar...Ese tiempo en el que podemos ser...lo que queramos ser. En el que nuestra imaginación, sustituye al tacto, a la vista, al olfato...a todos los sentidos. Ese tiempo en el que nuestra alma se libera. En el que somos capaces de acabar con el hambre del mundo, de acabar con sus guerras. Ese tiempo en el que podemos dejar de tener enemigos. Ese, en el que somos capaces de ayudar a alguien cercano. Ese tiempo que solo existe en nuestra imaginación.

 

Imaginación... La que tuvo aquel hombre, que un dia...decidió que quería ir a la luna. Que quería volar. Que quería correr más rápido que el viento. Uno...que quería una máquinaque-bonito-es-sonar.jpg que nos evitara caminar. Que quería ver el fondo del mar. Que quería navegar por él. Que quería hablar con alguien, que se encontrara a kilómetros de aquí. Que quería dar la vuelta al mundo en un solo día. Alguien, que quiso inmortalizar un momento en un papel. Que estampó una imagen en otro. Alguien que llevó la noticia al mundo entero. Uno, que decidió cambiar de canal sin moverse del sofá. Que le hiciera el café una máquina...

 

¡¡¡ Tantas cosas se han soñado antes de hacerse realidad !!! Pero no quiero creer que hemos fallado. No quiero creer que en lo más sencillo...hemos fallado. Que acabar con las penas...es más difícil que inventar un ordenador, que llegar a la luna. Que acabar con las guerras...es más difícil que volar, que inventar un mando a distancia.

 

Pero tengo una esperanza. Sé que un día todo acabará. Todos viviremos felices...en paz. Nadie pasará hambre y nadie se sentirá desdichado. Nadie estará apartado del mundo y nadie odiará a nadie...y lo sé...porque lo he soñado.

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