Hoy es el día más triste de mi vida. Te perdí, abuelo, sin poderte dar las gracias por todo lo que hiciste por mí, por ser un segundo padre, por quererme, por apoyarme en todos los ámbitos, y por siempre haber estado ahí. Mi inspiración esta vez, está dedicada solo a ti.
Entraste en aquel hospital, para que te operaran, y ni siquiera me planteé que ya no volverías a salir de él. Acostumbrado a verte sano y fuerte, nadador y deportista como siempre fuiste, fue un impacto anímico brutal para mí contemplarte cada día con todas aquellas agujas clavadas y todos aquellos tubos y aparatos, que te rodeaban cada día. Atrás habían quedado muchas cosas que ya no volverán.
Busqué cada día en las palabras de los médicos que nos informaban, un resquicio de esperanza, con la que, al mismo tiempo, me cegaba hasta el punto de no percibir la cruda realidad. Deseaba con todas mis fuerzas, que tu llama no se apagase. Al menos, no así y de esta manera. Tomaba tus manos, te acariciaba, te hablaba, te decía que enseguida te ibas poner bien y volverías a casa con nosotros.
Ahora tan solo puedo hacerte la promesa de que seré felíz, porque tú así lo hubieses querido, y de que jamás te olvidaré. Poco a poco el calor de mis seres queridos aliviará el inmenso vacío que me provoca tu ausencia.
Actualmente, yo estoy trabajando en Bilbao, buscando un nuevo futuro, un camino que seguir. Tomaré las riendas de mi vida, y le pondré un rumbo, como tú has querido…Porque me quedan muchas cosas por hacer. En cambio, tú ya has llegado al final de tu camino, y ahora tomas un tren hacia el cielo. Un tren que por primera vez te lleva lejos de mí.
Y realmente no tengo mucho más que decir. Tan solo hacerte este pequeño y modesto homenaje en mi página y compartiendo mis sentimientos con toda esa gente maravillosa que me lee cada día.
Descansa en Paz
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